Mi alma está apegada a Ti

Salmo 63:1,2 Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra seca y árida donde no hay aguas, Para ver tu poder y tu gloria, Así como te he mirado en el santuario.

David escribe este salmo desde el desierto. De sus labios no sale queja, o preguntas hacia Dios, ni siquiera una lista de peticiones, que aún si así lo hiciera, se entendería; pues no estaba en un desierto precisamente de vacaciones, estaba en medio de un desierto escondido, huyendo porque su vida corría peligro. Las personas que él amaba y en las que confiaba lo habían traicionado. ¡Que dura y difícil situación! Y aun así, sus labios solo hablan palabras de amor en un clamor, no por rescate, o por venganza, sino por Su presencia.

He leído varias veces este salmo, y no deja de asombrarme la comunión tan hermosa que David tenía con Dios. Sus palabras expresan un corazón cautivado, fascinado, donde no solo su alma lo anhela, sino todo su ser. Una relación no solo de un día en la iglesia, sino de un diario vivir.

Me queda claro que David sabía una cosa: En la presencia de Dios se encierra todo. Por eso en otro salmo el mismo escribe “Fuera de ti nada deseo.” Nada, nada deseo en la tierra, porque todo lo que podamos necesitar y que pueda traer satisfacción está en El.  David conocía a Dios, por eso podía decirle, “Tu eres mi Dios”, conocía y estaba convencido del amor tan grande que Dios tenía para con él, y ese conocimiento lo llevaba a aferrarse solo a Él.

Salmo 63:5.8 …Y con labios de júbilo te alabará mi boca, Cuando me acuerde de ti en mi lecho, Cuando medite en ti en las vigilias de la noche. Porque has sido mi socorro, Y así en la sombra de tus alas me regocijaré.  Está mi alma apegada a ti; Tu diestra me ha sostenido.

¿A dónde acudimos cuando estamos en el desierto? Cuando las personas que tenían nuestra confianza nos traicionan, cuando te han ofendido, cuando hablan a tus espaldas, cuando planean tu mal, cuando tu corazón te duele.

Es tan fácil tomar el teléfono para desahogarnos y buscar a alguien que nos diga lo que queremos escuchar, o encerrarnos en nuestras propias ideas y emociones buscando el alivio y el consuelo en la autocompasión sin encontrarlo.

En el versículo 6 dice: “cuando me acuerde de ti en mi lecho, cuando medite de Ti en las vigilias de la noche, con labios de júbilo te alabará mi boca.” Me encanta porque la noche representa un tiempo en el que David podía sentirse aún más vulnerable, dónde podía dejar que pensamientos de venganza o pensamientos que alimentaran sus emociones lo invadieran de temor, pero al contrario, él se acordaba de Dios, y meditaba en El. En la noche cuando estas tu solo con tus pensamientos, ¿que escoges? ¿Acordarte y darle vueltas a lo que te han hecho? ¿O escoges aferrarte a El y adorarlo!

Este salmo me enseña a cambiar mi necesidad de hablarlo con los demás y mejor necesitarlo a El. Clamar por Su presencia, dejar mi ofensa y dolor a los pies del Señor, quien juzga justamente y solo enfocarme en Su rostro. Apegarme y Aferrarme a El, no por lo que El me da, sino por lo que El es.Y con mi sincera adoración hacerle saber que mi deseo, mi confianza, mi comunión, mi gozo, mi satisfacción y mi dependencia está en El, que lo amo, y que Él es lo único que necesito.

Cuando Él es nuestro deleite, independientemente del dolor que podamos sentir, El cambia nuestra manera de ver la situación, de repente la autocompasión se convierte en compasión y amor por las personas que te han herido, y cubre tu corazón lastimado de perdón y de confianza de que El hará y actuará a favor de los que tienen corazón perfecto para con El. (2 Crónicas 16:9)

Salmo 63:3-5 “Porque mejor es tu misericordia que la vida; Mis labios te alabarán. Así te bendeciré en mi vida; En tu nombre alzaré mis manos.  Como de meollo y de grosura será saciada mi alma…”